Se acerca navidad, faltan horas para noche buena. No se como será en otros países, pero en Argentina lo que vale es noche buena. Cenar tarde, esperar la medianoche bebiendo preferentemente, qué digo, exclusivamente alcohol. Cuando son las cero horas del 25 estallan fuegos artificiales por donde se mire (aunque con los años se fue perdiendo la cantidad). Se toma mucho más alcohol, a esa altura a nadie le importa si en realidad existe Papá Noel. Brindamos. Festejamos. Nos abrazamos como tontos niños inocentes. Reímos, vaya a saber uno por qué. Brindamos. Descorchamos otra botella. Llenamos vasos que ayer veíamos medio vacíos. Brindamos.
Los chicos corretean por todos lados rompiendo las pelotas, sería el azúcar que se les sube a la cabeza. Nosotros correteamos por todos lados rompiendo las pelotas, sería el alcohol que se nos sube a la cabeza. Reímos. Recordamos. Olvidamos. Brindamos.
Ni idea tenemos lo que comimos, pero podríamos hacer una lista exacta de cada sorbo que le dimos a nuestro vaso (que ahora está medio lleno). Conversamos. Reímos. Brindamos.
Los recuentos del año, pronto en irse. Los: "¡Uy! te acordás..." ó "Este año pasó volando..." ó "Estuve haciendo dieta para las fiestas.." ó "Me iba a poner a dieta, pero al carajo: Feliz Navidad!"
Los pendejos cada vez más hincha pelotas, ahora reclaman sus regalos, exigen que el gordo de rojo les deposite sus regalos debajo del arbolito de navidad. Aunque claro, a esta altura la mayoría sabe que son sus padres y el reclamo puede ser más directo, por tanto los pibes no entienden una estupida tradición que dice que recién después de medianoche van a recibir sus regalos.
Y parece que el azúcar de los dulces y los chocolates saturan el cerebro, porque se ponen insoportables. Y cuando abren el regalo, no es lo que ellos querían. No hay que darle tantos dulces a los niños. Reproches. Pero se conforman. Se ponen a jugar con la caja del regalo.
Y parece que el alcohol del vino, la cerveza y el champagne saturan el cerebro, porque se ponen insoportables. Y cuando abren otra botella, no es lo que ellos querían. No hay que darle tanto alcohol a los hombres. Reproches. Pero se conforman. Se la toman igual.
La noche pasa rápido, porque cuando uno la pasa bien, la noche pasa rápido; es una ley de la física, en esto no miento.
Entonces llega una hora en que se brinda de nuevo. Algunos comienzan a seleccionar meticulosamente botellas (por no decir encanutarse), para el camino de ida. Los viejos se quedan en lo suyo, una especie de fiesta que la vemos muy lejana. Nosotros nos vamos con nuestras botellas a otro lado, a salir, a recorrer la noche llena de gente.
Somos un grupo de amigos buscando algún lugar para poder festejar nuestra navidad (vaya excusa). Pero nadie sabe por qué o qué se festeja, podríamos festejar Hanuká o lo que sea. A nosostros lo que nos importa es que la ciudad por esa noche va a estar en llamas y llevamos leña y carbón. Todos están de buen animo, abiertos al dialogo, todos ríen, hasta diría que las mujeres son más buenas y... No, eso último sería un verdadero milagro de navidad. Pero lo cierto es que se palpa en las calles de nuestra ciudad alegría y festejos por obra y arte del alcohol en cantidades insospechadas.
Entramos a los "boliches" y el clima es el mismo, todos celebrando quién sabe qué (y repito: a nadie le importa, mucho menos a mí). Todo eso no importa, lo importante es la fiesta. Intentamos torpemente "conquistar" alguna chica, mujer. Hablamos. Reímos.
Todo importa tan poco.
Seguimos tomando alcohol hasta que asoma el sol y nos dice "basta muchachos, ya se les fue la mano." Entonces reprochamos: "Pero... señor sol, estamos tomando una copita con amigos, estamos de fiesta festejando navidad." Él no nos hace caso, entonces nosotros tampoco.
Igualmente la gente comienza a irse y tímidamente nosotros también.
Cuando salimos a la calle hay basura por todos lados, botellas vacías, Papá Noeles tirados en el piso, borrachos y dormidos en alguna resaca. Cenas que hacía unas horas atrás estaban exquisitamente ordenadas sobre una mesa, ahora estaban desparramadas por el piso.
Emprendemos nuestra vuelta. Ya queda poco para hablar. No hay ganas de brindar. Seguimos ríendo, pero ahora, más que nunca, sin saber por qué...
Así pasamos la navidad. Hay detalles que dejé pasar, so pena de la extensión.
Quizás sea una de las fiestas que más disfrutamos, porque a la semana viene "Año Nuevo" y se repite todo otra vez.
Sea donde sea que estés, no te deseo una Feliz Navidad. Digamoslo así, ¡te deseo Felices Fiestas!