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03 abril 2010
Preludio
Parte 1: Visita al mecánico
Parte 2: Segundo día
Parte 3: Cambios
Parte 4: El Viaje
Parte 5: La mega estructura blanca
Parte 6: La hermosa mujer
Parte 7: Un nuevo mundo
Parte 8: Ella
Parte 9: ¿El beso?
Parte 10: Charla entre mates
Parte 11: Explicaciones
Parte 12: Salvé al Mundo
Quiero agradecer enormemente a aquellos que leyeron «El Día que Salvé el Mundo».
Y ahora, las buenas noticias para los fanáticos. ¡Ya están a la venta los artículos del Merchandasing de EDQSEM ! (Sí, lo sé, las siglas no quedan tan elegantes como con otras series)
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| Cada articulo se vende por separado. No incluyen baterías. |
Remeras: Para estar a la moda cuando viajes.
Llaveros: Para que no pierdas las llaves en el futuro.
Llave de Cruz: ¡Igualita a la que usaba el mecánico!
Anteojos: Bueno, porque mucho sol molesta.
Muñecos: Para jugar o coleccionar. (Cualquier parecido con otro personaje de ficción es pura coincidencia)
Ahora sí lo sabía, definitivamente la amaba. No importó en ese momento que no me haya contado sus verdaderos planes. No importó en absoluto que haya temido por mi vida. En ese momento solo importó lo que sentía y lo que estuvimos por hacer en aquél deposito. En ese preciso instante ya no me importaba más nada que pasar el resto de mi vida con ella.
Tampoco me importaba qué íbamos a hacer, si matar al mecánico o amenazarlo de alguna forma. No entendía, ni era capaz de comprender cuál era su plan. Solo sabía que dentro de mis planes se encontraba mi sexy recepcionista.
Ella se inclinó hacia mí —siempre apuntando con el arma al "Gran Hermano"— con la mirada más tiernamente sexy que yo haya visto alguna vez, se acercó aún más y musitó a mi oído:
—Todo lo que hablamos en el deposito fue verdad, todo lo que sentimos fue sincero, lo que estuvimos a punto de hacer quería hacerlo. ¿Te acordás del collar blanco que me quité cuando entramos al deposito? —Haciendo un poco de memoria lo recordé, porque era una cinta blanca, nada ostentosa, le dije que sí— Bueno, con ese collar nos controla el "Gran Hermano", sabe donde estamos y obtiene el audio y video de la persona que él quiera. Fui tonta al pensar que no estaría vigilandonos, jamás pensé que esos depósitos tendrían cámara con audio y video. Me sorprendí tanto como vos cuando él abrió la puerta y tuve que improvisar. Espero sepas disculparme.
—Claro que sí —dando vuelta mi cara para observarla directamente a los ojos—, te perdono y perdoname vos a mi...
—¿Por qué?
—Por esto... —Y entonces la bese, como nunca jamás había besado a una mujer.
Fue un beso cargado de sentimientos prematuros, pero puros. Fue saborear la vida después de la muerte, fue como sentirse lleno en el vacío, fue como aislarse completamente del mundo, fue la unión de dos almas destinadas a estar juntas por siempre.
Pero en ese mágico momento el mecánico intentó atacarla y quitarle el revolver. Fue cuestión de un segundo y el arma se disparó sola. Oí el disparo y lo único que yo deseaba era ver caer muerto al "Gran Hermano", no esperaba otra cosa, no aceptaría otro desenlace de esa bala.
Afortunadamente así fue, él cayó al piso con una herida en el pecho, muerto. Mi reacción inmediata fue abrazarla, aferrándome a la vida. Mi bella calificada estaba bien, aunque conmocionada por lo que había hecho. Le dije que todo iba a estar bien y apoyó su cabeza sobre mi hombro.
Pasamos unos minutos en silencio y tuve la necesidad de preguntarle qué haríamos. Entonces me explicó cuál había sido su plan desde el principio:
—Mi idea era culparte del asesinato del "Gran Hermano", no sería muy difícil que crean esa historia ya que no estas registrado en ningún lado y en el único documento que existe tuyo figurás como loco. Pero eso fue antes de conocerte. Ahora quisiera que podamos salvarnos y vayamos a vivir juntos en algún lado fuera del sistema, tengo una organización que puede ayudarnos, nosotros planeamos todo esto. Pero eso tampoco va a poder ser, por más que me pese, nunca podríamos salir vivos de este edificio, de ninguna forma. La única salida que existe es que vuelvas a tu realidad y yo me quede en la mía. Así voy a poder acusarte de asesino, eso no va a importar una vez que cambies tu realidad, vas a desaparecer de "esta" faz de la Tierra y vas a seguir tu vida, como si nada de esto hubiera sucedido —dijo, con todo sentido, dilapidando todos mis sueños.
—Tiene que haber otra salida, otra forma, ¡tiene que haber otra manera carajo! —Pero yo mismo sabía que no la había— Podrías venir conmigo, a mi mundo, podríamos vivir juntos ahí.
—No puedo, realmente no podría dejar a mis seres queridos solos. Además, murió el "Gran Hermano" pero luego otro va a reemplazarlo y yo tengo que estar acá, buscando la forma de abrirle los ojos a la gente, tratando de liberarlos. Lamentablemente, por más que quiera con toda mi alma seguirte, no puedo dejar todo lo que soy a un lado e irme con vos —Dijo mientras caían lagrimas de sus ojos, era un hada queriendo entrar a mi mundo, pero que no podía.
—No se que decir —realmente no lo sabía—, quizás no valga tanto la pena mi mundo después de todo...
—No digas eso —dijo—, seguramente hay cosas maravillosas, según me explicaste cuando hablamos no todo estaba tan mal después de todo. Al menos no como acá. Poder expresarte con libertad, tener tantas opciones, quizás no te des cuenta pero solo con eso es un mundo maravilloso y vale la pena vivir y luchar por él.
—No soy precisamente el hombre indicado para responder a eso —dije suspirando— pero creo que tenés razón, creo que más allá de todo y aun con todas sus porquerías, merece la pena salvarlo.
Luego de reponernos de la situación me indicó que detrás de una puerta se encontraba la maquina del tiempo. Me explicó cuál era su idea para salvar mi realidad y la acepté, era simple y efectiva. Limpiamos el arma que ella había usado y dejé mis huellas digitales, aparentando que yo había hecho el disparo.
Tomé una foto del "Gran Hermano" de un portarretratos sobre su escritorio y me dirigí a la maquina del tiempo. La programé para viajar al pasado y tratar de remendar inmediatamente mi realidad. La fecha era aproximadamente unas semanas antes del primer encuentro entre Henry Ford y el mecánico —pues él mismo le había dicho a ella que lo primero que hizo con la maquina fue conocer a Ford, en el mes de octubre de 1901—, una vez ahí sería sencillo impedir ese encuentro.
Tampoco me importaba qué íbamos a hacer, si matar al mecánico o amenazarlo de alguna forma. No entendía, ni era capaz de comprender cuál era su plan. Solo sabía que dentro de mis planes se encontraba mi sexy recepcionista.
Ella se inclinó hacia mí —siempre apuntando con el arma al "Gran Hermano"— con la mirada más tiernamente sexy que yo haya visto alguna vez, se acercó aún más y musitó a mi oído:
—Todo lo que hablamos en el deposito fue verdad, todo lo que sentimos fue sincero, lo que estuvimos a punto de hacer quería hacerlo. ¿Te acordás del collar blanco que me quité cuando entramos al deposito? —Haciendo un poco de memoria lo recordé, porque era una cinta blanca, nada ostentosa, le dije que sí— Bueno, con ese collar nos controla el "Gran Hermano", sabe donde estamos y obtiene el audio y video de la persona que él quiera. Fui tonta al pensar que no estaría vigilandonos, jamás pensé que esos depósitos tendrían cámara con audio y video. Me sorprendí tanto como vos cuando él abrió la puerta y tuve que improvisar. Espero sepas disculparme.
—Claro que sí —dando vuelta mi cara para observarla directamente a los ojos—, te perdono y perdoname vos a mi...
—¿Por qué?
—Por esto... —Y entonces la bese, como nunca jamás había besado a una mujer.
Fue un beso cargado de sentimientos prematuros, pero puros. Fue saborear la vida después de la muerte, fue como sentirse lleno en el vacío, fue como aislarse completamente del mundo, fue la unión de dos almas destinadas a estar juntas por siempre.
Pero en ese mágico momento el mecánico intentó atacarla y quitarle el revolver. Fue cuestión de un segundo y el arma se disparó sola. Oí el disparo y lo único que yo deseaba era ver caer muerto al "Gran Hermano", no esperaba otra cosa, no aceptaría otro desenlace de esa bala.
Afortunadamente así fue, él cayó al piso con una herida en el pecho, muerto. Mi reacción inmediata fue abrazarla, aferrándome a la vida. Mi bella calificada estaba bien, aunque conmocionada por lo que había hecho. Le dije que todo iba a estar bien y apoyó su cabeza sobre mi hombro.
Pasamos unos minutos en silencio y tuve la necesidad de preguntarle qué haríamos. Entonces me explicó cuál había sido su plan desde el principio:
—Mi idea era culparte del asesinato del "Gran Hermano", no sería muy difícil que crean esa historia ya que no estas registrado en ningún lado y en el único documento que existe tuyo figurás como loco. Pero eso fue antes de conocerte. Ahora quisiera que podamos salvarnos y vayamos a vivir juntos en algún lado fuera del sistema, tengo una organización que puede ayudarnos, nosotros planeamos todo esto. Pero eso tampoco va a poder ser, por más que me pese, nunca podríamos salir vivos de este edificio, de ninguna forma. La única salida que existe es que vuelvas a tu realidad y yo me quede en la mía. Así voy a poder acusarte de asesino, eso no va a importar una vez que cambies tu realidad, vas a desaparecer de "esta" faz de la Tierra y vas a seguir tu vida, como si nada de esto hubiera sucedido —dijo, con todo sentido, dilapidando todos mis sueños.
—Tiene que haber otra salida, otra forma, ¡tiene que haber otra manera carajo! —Pero yo mismo sabía que no la había— Podrías venir conmigo, a mi mundo, podríamos vivir juntos ahí.
—No puedo, realmente no podría dejar a mis seres queridos solos. Además, murió el "Gran Hermano" pero luego otro va a reemplazarlo y yo tengo que estar acá, buscando la forma de abrirle los ojos a la gente, tratando de liberarlos. Lamentablemente, por más que quiera con toda mi alma seguirte, no puedo dejar todo lo que soy a un lado e irme con vos —Dijo mientras caían lagrimas de sus ojos, era un hada queriendo entrar a mi mundo, pero que no podía.
—No se que decir —realmente no lo sabía—, quizás no valga tanto la pena mi mundo después de todo...
—No digas eso —dijo—, seguramente hay cosas maravillosas, según me explicaste cuando hablamos no todo estaba tan mal después de todo. Al menos no como acá. Poder expresarte con libertad, tener tantas opciones, quizás no te des cuenta pero solo con eso es un mundo maravilloso y vale la pena vivir y luchar por él.
—No soy precisamente el hombre indicado para responder a eso —dije suspirando— pero creo que tenés razón, creo que más allá de todo y aun con todas sus porquerías, merece la pena salvarlo.
Luego de reponernos de la situación me indicó que detrás de una puerta se encontraba la maquina del tiempo. Me explicó cuál era su idea para salvar mi realidad y la acepté, era simple y efectiva. Limpiamos el arma que ella había usado y dejé mis huellas digitales, aparentando que yo había hecho el disparo.
Tomé una foto del "Gran Hermano" de un portarretratos sobre su escritorio y me dirigí a la maquina del tiempo. La programé para viajar al pasado y tratar de remendar inmediatamente mi realidad. La fecha era aproximadamente unas semanas antes del primer encuentro entre Henry Ford y el mecánico —pues él mismo le había dicho a ella que lo primero que hizo con la maquina fue conocer a Ford, en el mes de octubre de 1901—, una vez ahí sería sencillo impedir ese encuentro.
Tenía que pensar en algo, pero no soy bueno pensando. Después de todo tampoco sabía por qué yo seguía con vida, es decir, no faltaron oportunidades para que yo desaparezca antes.
Entonces, mientras estábamos sentados los tres tomando mates, comencé a preguntar algunas cosas para aclarar la perspectiva:
—Algo que no entiendo es cómo no impediste que yo nazca —le pregunté al mecánico.
—¿No lo entendés verdad? —me preguntó como si yo fuera el nene más ingenuo del mundo— Nunca naciste en realidad —mi cara de asombro fue de un nene ingenuo—, al menos no en esta realidad que creé. Según estuve observando, por la cámara de seguridad del deposito T-14, en la conversación que mantuviste con... Ella, la calificada —señalándola— te pusiste al tanto de nuestra historia. Sabrás entonces que nunca hubo guerras mundiales, los nazis jamás existieron porque personalmente me encargué de meterle un bala en el culo a Hitler. Y digo, literalmente, así lo maté —escuchar eso me dio cierta alegría—, pero justamente, al matar a Hitler no hubo "Segunda Guerra Mundial", Tus bisabuelos no inmigraron desde Italia, siguieron viviendo allá. Haciendo imposible que tus abuelos nazcan en Argentina y mucho más imposible que nazcan tus padres. Imaginarás que es absurdo esperar tu nacimiento.
—Mierda —dije totalmente asombrado—, tenés toda la razón. Pero entonces: ¿Cómo es que de todas formas me estabas buscando?
—No hace mucho me di cuenta que cuando uno hace un viaje la maquina del tiempo nos inserta un coso en el cerebro perpetuando nuestro conocimiento sobre nuestra realidad. Lo descubrí de casualidad porque fui al medico por un golpe que tuve en la cabeza y había algo que no debía estar ahí. Llegué a esa conclusión un tiempo después cuando leí el manual de la maquina y ahí decidí buscarte, pero extraoficialmente. Porque descubrí además leyendo el manual que quien haya usado la maquina alguna vez viajará de todas formas, estando o no en ella, adonde esta se dirija debido justamente al coso ese en nuestro cerebro. De no estar en la maquina al momento del viaje esa persona queda en trance, seguramente los viajes que hice te mantuvieron durmiendo, despertaste en alguna casa extraña y sin darte cuenta de nada saliste a la calle. Entenderás mi preocupación al tenerte deambulando por la calle, entonces. Por eso muy pocas personas, y solo de confianza, saben que vos existís y que tengo la necesidad de matarte. A ella —y señalándola nuevamente— la traje a la oficina para contarle todo, muy detalladamente. Aceptó informarme cuando llegue el momento y bueno, acá estás.
—Hija de puta, me dijo que te había estado espiando.
—Y caíste, es buena actriz entonces —dijo riendo.
—Algo que no entiendo es cómo sabía la policía que debía capturarme si todo era "extraoficial".
—No son policías, son como "robocop" —respondió—, son Centinelas-Force, robots que patrullan la ciudad en busca de algo extraño. En este sector están todos programados con un archivo tuyo, tienen tu imagen y una ficha con datos en la cual sos el ciudadano T-1404 y estás loco. Entonces la idea era que te traigan hasta acá, que la linda señorita se encargue de vos y te traiga hacia mi, en secreto.
—Mierda —dije agachando la cabeza—, estaban todos los detalles cuidados.
—Así es —dijo riendo.
—No, todos los detalles no... —dijo la recepcionista mientras se paraba apuntándole al mecánico con un revolver— Te equivocaste al dejarme entrar en tu oficina y al pensar que yo iba a colaborar con vos, idiota. Se acabó este mundo de mentiras, explotación y sufrimiento para el beneficio de unos pocos hijos de puta como vos. Me costó, pero al fin pude ingresar a tu oficina y encontrar el momento adecuado para poder matarte. Ahora mismo nadie nos está observando y seguramente anunciaste que nadie te moleste, es el momento perfecto.
Definitivamente no esperaba eso, ya la había sepultado a mi sexy recepcionista. Casi había olvidado que la amaba, lo que lleva a que me pregunte si eso quiere decir que al no haberme entregado al mecánico yo la seguía amando. Es decir, después de todo, lo que hizo que me enojara con ella fue el haberme engañado y conducido a mi muerte.
Nuevamente tenía sentimientos encontrados, no sabía que creer y no sabía si la amaba o no.
Entonces, parada ahí, apuntando y amenazando con un arma al hombre que quería matarme, inclinó la cabeza para mirarme con sus hermosos ojos, conservando una postura terriblemente sensual. Yo solo contemplaba. Ella sonrió y me guiñó un ojo.
Ahí supe que la amaba tanto o más que antes y que todo iba a estar bien.
Entonces, mientras estábamos sentados los tres tomando mates, comencé a preguntar algunas cosas para aclarar la perspectiva:
—Algo que no entiendo es cómo no impediste que yo nazca —le pregunté al mecánico.
—¿No lo entendés verdad? —me preguntó como si yo fuera el nene más ingenuo del mundo— Nunca naciste en realidad —mi cara de asombro fue de un nene ingenuo—, al menos no en esta realidad que creé. Según estuve observando, por la cámara de seguridad del deposito T-14, en la conversación que mantuviste con... Ella, la calificada —señalándola— te pusiste al tanto de nuestra historia. Sabrás entonces que nunca hubo guerras mundiales, los nazis jamás existieron porque personalmente me encargué de meterle un bala en el culo a Hitler. Y digo, literalmente, así lo maté —escuchar eso me dio cierta alegría—, pero justamente, al matar a Hitler no hubo "Segunda Guerra Mundial", Tus bisabuelos no inmigraron desde Italia, siguieron viviendo allá. Haciendo imposible que tus abuelos nazcan en Argentina y mucho más imposible que nazcan tus padres. Imaginarás que es absurdo esperar tu nacimiento.
—Mierda —dije totalmente asombrado—, tenés toda la razón. Pero entonces: ¿Cómo es que de todas formas me estabas buscando?
—No hace mucho me di cuenta que cuando uno hace un viaje la maquina del tiempo nos inserta un coso en el cerebro perpetuando nuestro conocimiento sobre nuestra realidad. Lo descubrí de casualidad porque fui al medico por un golpe que tuve en la cabeza y había algo que no debía estar ahí. Llegué a esa conclusión un tiempo después cuando leí el manual de la maquina y ahí decidí buscarte, pero extraoficialmente. Porque descubrí además leyendo el manual que quien haya usado la maquina alguna vez viajará de todas formas, estando o no en ella, adonde esta se dirija debido justamente al coso ese en nuestro cerebro. De no estar en la maquina al momento del viaje esa persona queda en trance, seguramente los viajes que hice te mantuvieron durmiendo, despertaste en alguna casa extraña y sin darte cuenta de nada saliste a la calle. Entenderás mi preocupación al tenerte deambulando por la calle, entonces. Por eso muy pocas personas, y solo de confianza, saben que vos existís y que tengo la necesidad de matarte. A ella —y señalándola nuevamente— la traje a la oficina para contarle todo, muy detalladamente. Aceptó informarme cuando llegue el momento y bueno, acá estás.
—Hija de puta, me dijo que te había estado espiando.
—Y caíste, es buena actriz entonces —dijo riendo.
—Algo que no entiendo es cómo sabía la policía que debía capturarme si todo era "extraoficial".
—No son policías, son como "robocop" —respondió—, son Centinelas-Force, robots que patrullan la ciudad en busca de algo extraño. En este sector están todos programados con un archivo tuyo, tienen tu imagen y una ficha con datos en la cual sos el ciudadano T-1404 y estás loco. Entonces la idea era que te traigan hasta acá, que la linda señorita se encargue de vos y te traiga hacia mi, en secreto.
—Mierda —dije agachando la cabeza—, estaban todos los detalles cuidados.
—Así es —dijo riendo.
—No, todos los detalles no... —dijo la recepcionista mientras se paraba apuntándole al mecánico con un revolver— Te equivocaste al dejarme entrar en tu oficina y al pensar que yo iba a colaborar con vos, idiota. Se acabó este mundo de mentiras, explotación y sufrimiento para el beneficio de unos pocos hijos de puta como vos. Me costó, pero al fin pude ingresar a tu oficina y encontrar el momento adecuado para poder matarte. Ahora mismo nadie nos está observando y seguramente anunciaste que nadie te moleste, es el momento perfecto.
Definitivamente no esperaba eso, ya la había sepultado a mi sexy recepcionista. Casi había olvidado que la amaba, lo que lleva a que me pregunte si eso quiere decir que al no haberme entregado al mecánico yo la seguía amando. Es decir, después de todo, lo que hizo que me enojara con ella fue el haberme engañado y conducido a mi muerte.
Nuevamente tenía sentimientos encontrados, no sabía que creer y no sabía si la amaba o no.
Entonces, parada ahí, apuntando y amenazando con un arma al hombre que quería matarme, inclinó la cabeza para mirarme con sus hermosos ojos, conservando una postura terriblemente sensual. Yo solo contemplaba. Ella sonrió y me guiñó un ojo.
Ahí supe que la amaba tanto o más que antes y que todo iba a estar bien.
Una sonrisa estúpida y una mueca en su boca. Enfundó su revolver, escondiéndolo bajo el saco, me miró por última vez y el viejo se fue. No estaba tan avejentado y tenía espalda de ropero, caminaba como cargando el mundo en sus hombros, sin arrastrar los pies y a paso firme iba rumbo a su oficina. Ciertamente me recordaba a algún actor o algún famoso.
En cuanto a mi bella dama, el amor que alguna vez tuve por ella se desvaneció en un instante. Mis amigos me hubieran dicho que yo estaba caliente con ella, que fue calentura del momento, pero puedo asegurar que si existe corazón del de las poesías en algún lado, eso era amor, che.
La calificada sacó su revolver apuntándome a la cintura y con un gesto me indicó que camine. Y eso hice, caminé y la seguí, solo que esta vez yo iba adelante. Con mi impotencia y mis lamentos.
No nos encontrábamos lejos de la oficina y debo confesar que cruzó por mi cabeza la idea de salir corriendo, buscar alguna salida y mediante el mayor golpe de suerte de mi vida salvarme. Pero rápidamente caí en cuentas que nada de eso era posible, de poder escapar de ella, centenares de otras gentes vendrían a mi captura. Cualquier intento de huida cobarde quedaba descartado por el simple hecho de ser imposible.
Llegamos a la oficina, pasó la tarjeta que le había dado el viejo e ingresamos. Ahora bien, eso no era una oficina, era un palacio y encima blanco, dando la impresión de ser más grande todavía. Lo que me llevó a pensar que no entendía la arquitectura del edificio —otra cosa más entre tantas.
—Sentate pibe, ¿querés tomar algo? —dijo una voz lejana y serena que se acercaba lentamente— Un café, un (mate) verde, ¿Té?
—No se, sebate unos mates entonces, así tenemos más tiempo para hablar, porque no entiendo un carajo de lo que está pasando acá —dije sin pudor alguno.
—¡Ah! —Exclamó mientras se contorneaba para luego mirar a la recepcionista— Chiquita, prepará unos mates, hacé el favor, que vamos a tener para rato me parece. Así que vos querés saber lo que está pasando y... —Acercandose mucho más hacia mi— ¿No tenés ni una sola pista de dónde estás parado? ¿Acaso no sabés quién soy? Mirame bien pibe... ¡Cómo te vas a olvidar de esta beshesa de cara!
Eso era, en ese momento me di cuenta, no quería creerlo pero eso era.
—¡No te lo puedo creer! La puta que te parió, vos sos —y ahora empezaba a entender algo— el mecánico.
—Al fin pibe, ya estaba empezando a pensar que eras por demás de estupido. Tampoco era tan difícil.
—Bueno, pero tenés canas, la cara más arrugada y ayer te ví en tu taller lleno de grasa, sucio y desprolijo.
—Lo que pasa es que ahora tengo otro laburo, soy el dueño de una importante empresa, por no decir la única. En realidad no trabajo, a decir verdad mi trabajo consiste en que los demás trabajen. Yo no hago básicamente nada. Soy como las llaves del auto: Podés tener el último cero kilómetro, con los caballos de fuerza que se te ocurran, miles de pistones ronroneando en los cilindros del motor más grande jamás contruído, esperando acelerar en una ruta sin fin, viajar a velocidades increíbles en la ruta hacia el infierno, quemando goma, a todo trapo, ponés quinta a fondo, la locura del motor al límite... —Entonces se detuvo para decir— Pero todo eso de nada vale sin las llaves que lo encienden. ¿Me entendés?
—Sí, te entiendo, pero sabés que hay gente que arranca autos sin llaves —le dije altanero.
—No en este mundo pibe —dijo riendo— no en este mundo.
Quedamos en silencio. Había mucho más para decir, pero esas últimas palabras habían sonado tan verdaderas que daba miedo desmentirlas.
En cuanto a mi bella dama, el amor que alguna vez tuve por ella se desvaneció en un instante. Mis amigos me hubieran dicho que yo estaba caliente con ella, que fue calentura del momento, pero puedo asegurar que si existe corazón del de las poesías en algún lado, eso era amor, che.
La calificada sacó su revolver apuntándome a la cintura y con un gesto me indicó que camine. Y eso hice, caminé y la seguí, solo que esta vez yo iba adelante. Con mi impotencia y mis lamentos.
No nos encontrábamos lejos de la oficina y debo confesar que cruzó por mi cabeza la idea de salir corriendo, buscar alguna salida y mediante el mayor golpe de suerte de mi vida salvarme. Pero rápidamente caí en cuentas que nada de eso era posible, de poder escapar de ella, centenares de otras gentes vendrían a mi captura. Cualquier intento de huida cobarde quedaba descartado por el simple hecho de ser imposible.
Llegamos a la oficina, pasó la tarjeta que le había dado el viejo e ingresamos. Ahora bien, eso no era una oficina, era un palacio y encima blanco, dando la impresión de ser más grande todavía. Lo que me llevó a pensar que no entendía la arquitectura del edificio —otra cosa más entre tantas.
—Sentate pibe, ¿querés tomar algo? —dijo una voz lejana y serena que se acercaba lentamente— Un café, un (mate) verde, ¿Té?
—No se, sebate unos mates entonces, así tenemos más tiempo para hablar, porque no entiendo un carajo de lo que está pasando acá —dije sin pudor alguno.
—¡Ah! —Exclamó mientras se contorneaba para luego mirar a la recepcionista— Chiquita, prepará unos mates, hacé el favor, que vamos a tener para rato me parece. Así que vos querés saber lo que está pasando y... —Acercandose mucho más hacia mi— ¿No tenés ni una sola pista de dónde estás parado? ¿Acaso no sabés quién soy? Mirame bien pibe... ¡Cómo te vas a olvidar de esta beshesa de cara!
Eso era, en ese momento me di cuenta, no quería creerlo pero eso era.
—¡No te lo puedo creer! La puta que te parió, vos sos —y ahora empezaba a entender algo— el mecánico.
—Al fin pibe, ya estaba empezando a pensar que eras por demás de estupido. Tampoco era tan difícil.
—Bueno, pero tenés canas, la cara más arrugada y ayer te ví en tu taller lleno de grasa, sucio y desprolijo.
—Lo que pasa es que ahora tengo otro laburo, soy el dueño de una importante empresa, por no decir la única. En realidad no trabajo, a decir verdad mi trabajo consiste en que los demás trabajen. Yo no hago básicamente nada. Soy como las llaves del auto: Podés tener el último cero kilómetro, con los caballos de fuerza que se te ocurran, miles de pistones ronroneando en los cilindros del motor más grande jamás contruído, esperando acelerar en una ruta sin fin, viajar a velocidades increíbles en la ruta hacia el infierno, quemando goma, a todo trapo, ponés quinta a fondo, la locura del motor al límite... —Entonces se detuvo para decir— Pero todo eso de nada vale sin las llaves que lo encienden. ¿Me entendés?
—Sí, te entiendo, pero sabés que hay gente que arranca autos sin llaves —le dije altanero.
—No en este mundo pibe —dijo riendo— no en este mundo.
Quedamos en silencio. Había mucho más para decir, pero esas últimas palabras habían sonado tan verdaderas que daba miedo desmentirlas.
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